Cuando os permitís ser volvéis a la inocencia perdida,
a la niñez, a la confianza, a las risas, a la alegría de
sentiros vivos y experimentar en ese hermoso planeta.
Da igual los años que muestre tu cuerpo físico, da
igual las lágrimas que hayan llorado tus ojos, o las
sonrisas que hayan iluminado tu rostro; da igual las
batallas que hayan escuchado tus oídos o las caricias
que hayan llenado de ternura tus manos. Todo eso es
Vida: experimentación recogida de fuera para crecer,
para hacerte sentir que estás vivo.
Se trata de sentir y, desde ese sentir, es tu Ser quien
te muestra que ni cien años de soledad marcados por tu
mente pueden ahogar la inocencia innata en tu corazón
cuando te permites ser, siempre desde la coherencia de
pensamientos, palabras y acciones, desde el vivir profundo
que yace en tu alma.
No importan los años aquí en la Tierra; el tiempo
como tal no existe y tú eres una creación eterna que
en todo momento seguirá el instinto interno de seguir
creando, seguir amando, seguir brillando…